Es posible que sea el amor,
que ofrecemos a quien queremos,
mucho más fuerte que el daño
que pueda producir el dolor de su rechazo,
ya sea físico o no;
pues incluso los dolores del alma
son más insoportables y se padece más por ellos
que por cualquier dolencia física.

No obstante, el amor mitiga el sufrimiento,
la ilusión de ser amado lo atenúa,
la sonrisa de la persona amada desvanece el dolor...
pero no aleja la tristeza del corazón.


Sería absurdo pensar que el amar
borra por completo la amargura de no ser correspondido,
el desamor deja su huella en el corazón
y sus espinas no dejan de recordártelo.

Sólo al ser amado,
al sentir en cada poro de su propia piel
el amor de su anhelo
logrará que las heridas de esas espinas
dejen de sangrar y cicatricen.

Yo amo con locura,
como quizá nadie pueda amarla nunca,
pero soy víctima del desamor,
no por el rechazo
sino por la ignorancia, más bien.


Por diversas circunstancias
que ahora no es el momento de valorar,
el amor que intensamente ofrezco
no se ve correspondido más que con amistad,
que aún siendo hermosa
no sacia mis deseos.

Sufro en silencio,
expresado sólo con estas palabras
que navegan entre nubes de ensueños
a quienes prestan un poco de su tiempo
y se molestan en leerlas,
y podría evitar seguir ahogándome en mis sentimientos
olvidando este vano amor que me atormenta,
podría buscar un nuevo amor
que me brinde cuanto necesito...
Pero con ello sólo traicionaría a mi corazón,
me engañaría a mí mismo.


Sufriría entonces
por no haber luchado
por el sentir que pretende mi alma
y no sé yo si aún sería más doloroso
que aquello que hoy siento.

La amo a ella
y vivo con mi dolor,
pues sin el poco sería de mí...

Soy adicto al dolor del desamor...
sí, es cierto...
Y aunque muchas veces me pregunto por qué,
siempre concluyo en que será porque su amistad,
su mirada y una sola de sus sonrisas
que alivian mi dolor como bálsamo curativo...
Aunque sólo sea por breves momentos.


Soy adicto al desamor
y a su quebranto...
Sí, no lo niego...
Por ella vivo,
y por ella muero...